Falta de personal
En un pueblo costero en el que abundan los restaurantes, escogimos este porque nos pareció acogedor, y la carta era de nuestro gusto y el precio era razonable.
Es un pequeño restaurante, en el que si tienes suerte de tener mesa junto a una de las ventanas, las vistas son espectaculares, pero en nuestro caso ya estaban ocupadas.
La camarera, que parecía ser la dueña, fue muy amable y atenta en todo momento, pero no daba abasto, y nos pareció que en la cocina la situación era similar. El servicio fue muy lento, y aunque eran poco más de las 13,30 del mediodia en casi todas las mesas alguno de los platos solicitados ya se había agotado. No se bién si acaban de abrir por vacaciones o estaban a punto de tomarselas.